París, Jean Baptiste Coignard, 1697.
En-12 de (5) ff., 93 pp. y (1) p. de privilegio, viñeta de Coypel grabada por Simonneau en la cabecera de cada canto, notas manuscritas en el margen inferior de las pp. 2, 4, 5, 8.
Plena piel de becerro marrón granitado, lomo con nervaduras ricamente ornamentado, piezas de título de marroquín rojo, bordes decorados, cantos moteados. Encuadernación de la época.
162 x 97 mm.
Edición original más rara de Charles Perrault (1628-1703) publicada en 1697, simultáneamente con los Historias o Cuentos del tiempo pasado y haciéndoles paralelo.
Tchemerzine, V, 177; Conlon, Prélude, 8322.
«Edición original, muy rara, de este poema adornado con una viñeta en cabecera grabada por C. Simonneau desde Coypel». (Debacker, 971).
En el transcurso de la disputa entre los Antiguos y los Modernos aparecen los cuatro volúmenes de Paralelos de los Antiguos y Modernos (1688 a 1697), donde Perrault ofrece la suma teórica de sus posiciones al mismo tiempo que propone una doble parábola de su reflexión sobre el orden del mundo: por un lado, de forma espiritual con Adán o la Creación del hombre, su caída y su reparación… (1697), y por otro bajo la forma aparentemente ingenua de los Cuentos o Historias del tiempo pasado (1697).
Como buen cortesano y sabiendo del interés que el rey tenía por los escritores de su reinado, Perrault exaltaba allí la superioridad de los autores modernos sobre sus predecesores. Boileau, Racine y algunos otros hombres de letras de sólida cultura, molestos por este incienso al soberano y por los favores y múltiples cargos, honoríficos y lucrativos, de los que Perrault se beneficiaba, protestaron con ironía o violencia. Se abrió la «querella de los Antiguos y los Modernos», que duró tres largos años. Esta lucha, que apasionó a la opinión pública, ocasionó discusiones, debates públicos y rupturas innumerables, y fue marcada por una floración de obras. Perrault comenzó con cuatro volúmenes titulados Paralelo de los Antiguos y los Modernos, en los cuales Boileau se indignó, con razón, al ver a Quinault colocado por encima de Racine y al pintor Lebrun por encima de Rafael.
Estos cuentos hacen de Charles Perrault el creador de un género literario, desconocido antes de él. Escrito para niños, estos relatos encantaron a los contemporáneos y pronto ocuparon lugar de obra maestra. ¿Por la originalidad de los temas tratados? ¡Para nada! Estos relatos, en los que autores eruditos han creído ver un reflejo de los cuentos de Oriente, como han asociado a las hadas con los peris, ya eran conocidos y repetidos con mil variantes por las nodrizas a sus chiquillos.
«¿Qué es mi madre Ganso, escribió Anatole France, sino nuestra abuela de todos, y las abuelas de nuestras abuelas, mujeres de corazón simple, de brazos nudosos que realizaron su tarea cotidiana con una humilde grandeza y que, secas por la edad, sin tener como las cigarras ni carne ni sangre, todavía hablaban al lado de la chimenea, bajo la viga ahumada, y sostenían a todos los críos de la casa con discursos largos que les hacían ver mil cosas?»
Estos «largos discursos», otros, antes de Perrault, habían intentado en vano fijarlos. Nuestro gran narrador lo consiguió. Les dio su forma concisa, clásica, definitiva, la de una obra de arte.
Una escena de la calle, un muro blanco, un trozo de carbón son, desde la más alta Antigüedad, los elementos de todos los grafitis, ¡pero que un Callot o un Forain agarre el carbón y la obra de arte surge! Cuando La Fontaine escribió estos versos proféticos:
Si se me contara Peau-d’Ane,
Me daría un placer extremo.
El mundo es viejo, dicen: lo creo;
Sin embargo,
Aún hay que entretenerlo como a un niño!
le daba un matiz de ironía. Indicaba claramente que el cuento aún no había entrado en nuestra literatura. No se habría atrevido a escribir estos versos después de Perrault, ya que se asistió a una floración, casi repentina, de cuentos debidos, ya no a nodrizas, sino a la fina flor de las damas de la corte y de la ciudad. Perrault es el jefe de escuela del que, dos siglos después, Meilhac y Halévy (Barba Azul), Théodore de Banville (Riquet a la cresta), Armand Silvestre (Grisélidis) y otros se inspirarían para crear espectáculos en prosa o en verso.
En el año 1697, Charles Perrault (1625-1703) entrega sus dos ediciones originales más raras: Adán y Historias o Cuentos del tiempo pasado.
En estas dos obras, Perrault propone una doble parábola de su reflexión sobre el orden del mundo: por un lado en forma espiritual con «Adán» y, por otro, bajo la forma aparentemente ingenua de Historia o Cuentos del Tiempo pasado.
Magnífico ejemplar con grandes márgenes conservado en su pura encuadernación de la época.